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13 octubre 2014 1 13 /10 /octubre /2014 06:47

No es Carnaval. Ni lo será ya en este 2014. Habrá que esperar a febrero para dejar de lado las vergüenzas por un día. Pero en los jugadores del Real Murcia se están acostumbrando a los disfraces. Hace tres semanas, coincidiendo con la primera victoria de los granas en Nueva Condomina, le otorgué a José Luis Acciari el papel de carcoma. Solo el argentino, con un gol en el minuto 90, pudo batir al conjunto asturiano, que hasta ese momento se había aliado con las maderas de las dos porterías. Ayer, hubo menos jolgorio en el estadio murcianista. Los aficionados vivieron un partido más bien aburrido, en el que el Atlético Astorga desde un principio marcó las zonas en las que los de Aira podían moverse con libertad y en las que sufrirían más de la cuenta. «Hasta aquí», escuchaban los granas cada vez que se acercaban a las líneas de cal que marcan el área. Los minutos pasaban y el marcador no se movía, lo que incluso era positivo para los de casa, porque las mejores situaciones las habían tenido en sus botas los de verde.

El reloj marcaba el minuto 87 y, en esta ocasión, fue Armando el que se dio cuenta de que se les hacía tarde. Si quieren imaginarse la situación solo tienen que pensar en el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas. El centrocampista murciano, sin chaleco, claro, apareció en el borde del área, como gritando «llego tarde, llego tarde», y allí lo vio Albiol, que le sirvió un balón raso, al sitio, para que el joven futbolista, que en todas estas jornadas apenas había ofrecido nada, sacase de golpe toda su sutileza, colocando un balón que entró con alegría a la red y dio validez a la ley de vida que el Real Murcia ha adoptado en este inicio liguero: 'un gol, tres puntos'.

No parecía que iba a ser necesario tanto sufrimiento viendo el comienzo del choque. Con la intención de no dar más concesiones en territorio murcianista, los de Aira salieron mirando al frente. Javi Flores era la novedad, y dejó detalles, aunque se fue consumiendo como una vela. En una córner ensayado, Albiol, otro que eligió el disfraz de conejo, aunque en este caso de Duracell, combinó con el cordobés, que buscó a un Arturo libre de obstáculos. No los tenía a la izquierda, tampoco a la derecha, todos estaban frente a él, amigos y enemigos. No se asustó, disparó fuerte, raso, pero no hubo carambola. El esférico se estrelló en el mar de piernas y se marchó fuera.

El joven jugador quiere ser protagonista. No le pesa la camiseta. Ayer buscó más, seguir creciendo. En el diecisiete probó desde lejos a Luis, pero el disparo se marchó rozando el larguero; unos segundos después, utilizando el método del tirón, le robaba la cartera a un rival y abría para Albiol, cuyo centro de la muerte se paseó por toda el área sin encontrar rematador.

Se sentía tan cómodo el Real Murcia que se relajó. Poco a poco, como el bebé al que acunan, se fue quedando dormido. A ello contribuía la estrategia del Astorga, que cerró filas, se hizo fuerte atrás y dejó a los granas que tocaran y tocaran en zona de nadie. No solo eso, sino que incluso se atrevieron a dejar sobre la mesa una tarjeta de presentación. Fue Ivi el que se presentó solo delante de Fernando. El meta murciano, que ayer volvía al once, no quería ser menos. Sacó su currículo, se lo enseñó a los de verde y a su propio entrenador, y con una mano decisiva permitía a su equipo marcharse al descanso con empate en el electrónico.

Los sustos a veces son necesarios. Te ponen en alerta como en esa fábula en la que el lobo acaba viniendo. Eso ocurrió a los defensas murcianistas. No se notó la baja de Satrústegui. Prieto y Jaume cumplieron con nota. Mientras sus compañeros del centro del campo no eran capaces de encender la mecha que hiciese estallar la pólvora, tanto el sevillano como el barcelonés hacían suyo el 'me siento seguro' de Pepe Reina. En este partido y a diferencia de los anteriores, incluso el larguero se vistió de grana.

Los nervios a perder aparecieron en el minuto 62. Taramilla estrellaba el balón en el larguero. Un minuto después, Diego se colaba en el área y se deshacía de Fernando, lo tenía todo a favor hasta que David Prieto llegaba por detrás para sacarle el balón con tanto mimo que hasta el esférico agradeció quedarse en los pies del defensa murcianista. Cinco minutos después, el Astorga volvía a avisar con sus hombres más peligrosos. Diego cedía a Taramilla que por segunda vez se quedó con la miel en los labios.

El primer cambio no reactivó al Real Murcia. Rubén Sánchez, uno de esos futbolistas que un día son ángeles y otros demonios, no tenía su tarde. Cada uno de sus intentos acababan en los cuerpos de la línea defensiva del Astorga, que ayer se mostró muy compacta y sólida. Las únicas posibilidades de los granas llegaban por banda, y Aira se dio cuenta. Después del ex del Zamora, le tocó a Jairo. La salida del canario provocó una serie de variantes. Albiol daba un paso atrás, pero no para tomar aire, sino para ganar espacios, mientras que José Martínez pasaba al centro de la defensa con Jaume. Ya en el minuto 78, el técnico acababa de poner toda la carne en el asador. Retiraba a Arturo y apostaba por dos delanteros, con Gerard Oliva, que ha ganado presencia pero sigue sin hacer gol, y José Ángel Carrillo.

Con timidez, pero el Murcia volvía a tomar el control. Jairo, Albiol, Carrillo y Rubén Sánchez hacían de teloneros para calentar los ánimos, para dar paso al que hoy será protagonista en todas las portadas regionales. Su presencia en el centro del campo sigue sin ser determinante, tampoco se entiende que se conforme con su aportación hasta ahora –«estoy contento por como me están saliendo las cosas», decía esta misma semana–, pero cuando ya nadie esperaba nada del partido, allí estaba Armando, en el momento y el lugar adecuado. Sacó el reloj, se dio cuenta que llegaba tarde, que seis minutos después todo acabaría, y no se lo pensó. Una pincelada, tres puntos y salto al segundo puesto.

Pero en la historia original, el protagonismo del conejo blanco es mucho mayor. Es el encargado de llamar la atención de Alicia, conseguir que le siga, que dé con su madriguera y descubra un mundo mágico, donde la historia tiene un final feliz. Ese, y no otro, será el verdadero destino de Armando en el centro del campo murcianista en el 'cuento' grana en Segunda B.

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